20 Pisos de mi Vida. (2003)

martes, 28 de agosto de 2007

Caigo. El viento golpea mi cara con rudeza y la deforma. El suelo se acerca a mi, rápido, más rápido. Extiendo mis brazos como queriendo abrazar al aire. No tienen idea de la emoción que se siente al volar. Por primera vez en mi vida me siento libre, y el saber que cuando esto acabe mi cuerpo quedará destruido por el impacto y mis entrañas esparcidas y reventadas en la acera, me provoca un morbo placentero.
Soy un maldito escritor frustrado, frustrado por la maldición que corrompe mi alma, la cual no es otra sino la de ser escritor. ¿Un cuento con final triste es malo? ¿Acaso no es la vida tan triste? Vivimos, reímos, disfrutamos, sufrimos, lloramos, morimos. Todo es parte de la vida, entonces ¿Por qué negar una parte tan importante como la alegría, que es la tristeza? No es algo de lo que nos podamos zafar porque no nos guste. Pablo Neruda dijo "Puedo escribir los versos más tristes esta noche", y aunque no suene la gran cosa, es más difícil escribir algo triste que algo alegre. Es más difícil escribir mientras derramas lágrimas, contar tus problemas o los de otros que contar tus sueños. Pero es también más fácil escapar de los problemas, aunque sea por un momento, viviendo la experiencia de un personaje irreal, con una felicidad ficticia.
Quizás para mucha gente, los cuentos o películas las disfrutan cuando son felices, porque escapan a sus realidades, porque no son como sus vidas. Pero ¿Qué es la vida sino momentos felices opacados con la tristeza permanente? Sí, es eso, y es por eso que recordamos con lágrimas los momentos felices, porque son pocos.
Bueno y malo, resentido y agradecido, triste, funesto, vivo y muerto, ¡MUERTO! Eso podría definirlo todo... soy un escritor muerto que ve todo con sus ojos sin vida que descansan lejos de su cuerpo, como los del pobre Edipo, que fueron arrancados tras la vergüenza de la realidad. Pero mi realidad no es otra que la vergüenza misma, una tras otra, un cuento y otro, y mi maldito orgullo decae más y más hasta que llego a la cobardía de quitarme la vida. Pero mi vida ya no es vivible. Mis ojos que son libres y errantes, vagan sin destino, viendo las atrocidades de la vida. Aunque sólo verlas no es suficiente... hay que oírlas, olerlas, degustarlas y sentirlas para poder llegar a comprenderlas. Si supieran lo bella que es la muerte, si sintieran lo hermoso del dolor. Para esto los ojos no son suficientes, entonces quizás soy un esqueleto del que un bufón desprende su calavera y a la que luego el condenado Hamlet confiesa sus cuestionamientos. “¿Ser o no ser?” me delató una vez hace 500 años. ¿Existir o no existir? ¿Vale la pena vivir una vida de decepciones, en la que todo lo que podamos llegar a lograr, lo perderemos al momento de dejar este mundo? Pero ¿Qué se es si no se es?
Por primera vez en este corto trayecto hacia mi muerte siento miedo, miedo a no saber lo que será de mi. Sé que la gente que está abajo, absorbidas por la curiosidad y el morbo se acercarán a mi cuerpo a observar. Sé que al caer mis restos serán envueltos en un sudario, y que nadie llorará por mi. Pero no logro imaginarme qué será de mi alma, qué será de mi esencia. La caída es ya inminente, y no queda más que resignarme.
No estoy seguro de si alguna vez quise esto. Sólo quería desaparecer. Dejar todo de lado y marcharme a algún lugar donde pudiera estar solo y descansar de todo lo bueno y malo de este mundo, sólo estar conmigo mismo, reencontrarme con mis emociones y sentimientos perdidos en el olvido, sentimientos que fueron devorados por mi putrefacción. Poder alejarme de la maldita superficialidad con la que tenía que lidiar día a día. No ver ninguna cara que pudiera traerme algún tipo de recuerdo. Quería simplemente volver a ser yo mismo, el yo que nunca fui y que siempre intenté ser. Recuperar mi capacidad para llorar y poder desahogarme con una lágrima. Contentarme nuevamente con ver las cosas más simples. Ya no recuerdo cuando fue la última vez que un amanecer me alegró, o que me vi intrigado por la infinidad de estrellas, ni siquiera recuerdo si es que alguna vez estuve tumbado de espaldas intentando descifrar figuras en las nubes. Quería dejar de contentarme pensando que hay mucha gente con situaciones terribles, y que mis problemas al lado de los de ellos no son nada. Quería, aunque fuese por un momento, lograr sentirme bien conmigo mismo y por mi mismo. Viví cada día la misma rutina. Vi a las mismas personas, con los mimos comentarios de siempre. No aguantaba más la peste de esas condenadas vidas que se quejaban después de haber recibido todo en la vida sin un mínimo esfuerzo, vidas en las que la mía estaba incluida. Quería saber nadar en esta vida que terminó por ahogarme y dejar de ser arrastrado por las olas de problemas y existencialismos agobiantes. Quería simplemente que mis cuentos fueran vistos como algo más que un cuento triste.
Todo es tarde ya. Recojo mis brazos y por primera vez en mucho tiempo recibo un abrazo de comprensión. Mi cuerpo sonriente golpea el suelo y sobre mi caen un par de lágrimas derramadas ante el magnífico crepúsculo.

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